..........NUESTRA SITUACION E HISTORIA ........

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SITUACIÓN:

Situado en plena Mancha Alta, en lo que antes era del Priorato de Ucles, que se extendía hasta el Guadiana, cerca del antiguo camino de Andalucía a Cataluña cuya ruta más próxima va desde Campo de Criptana, El Toboso, Los Hinojosos, Hontanaya, etc., por lo que no se descarta sea: "El lugar de La Mancha...... ", del que Cervantes no quiso acordarse. Lo que nadie pondrá en duda es que se encuentra en plena ruta del Quijote, y que todos los hinojoseños nos sentimos orgullos y amantes de nuestros ancestros.

Su término municipal tiene una superficie de 113,95 km2., y una población de 1.076 habitantes.

VISTA PANORAMICA DE LOS HINOJOSOS
Dista de su capital Cuenca 96 km. y 130 de Madrid. Su ayuntamiento es de reciente construcción, sobre lo que era una antigua ermita.

HISTORIA:

El origen de Los Hinojosos se inicia con los iberos y celtíberos, ya que se han hallado vestigios de sus utensilios y construcciones, ejemplo de estas es el Templo Fálico de piedra conservado en unas condiciones óptimas en lo que hoy llamamos el Santo de la Hontanilla, aunque su fundación documentada, se inicia con la tribu de los Olcades, indómitos guerreros, que contribuyeron a la derrota de Viriato(180 a. C. a 139 a. C.), aunque la información de estos primeros pueblos es escasa, casi se limita a la referencia de la amistad con el famoso general cartaginés Aníbal y a la derrota del lusitano Viriato. Grupo mas numeroso y que habitó nuestras tierras fueron los carpetanos que ocuparon las tierras comprendidas entre la cuenca del Tajo y las cuencas de los ríos Cigüela y Záncara.

AYUNTAMIENTO
Nuestra zona fue conquistada, posteriormente por los romanos de quienes se han encontrado numerosos restos de mosaicos y ánforas en "La Covatilla". Con la invasión árabe, se transforma a la vez en asentamientos árabes y en tierras de paso de alternativas conquistas entre musulmanes y cristianos. En la historia de nuestro pueblo, tienen vital importancia dos hechos principales, por un lado la creación de las órdenes militares y por otro la aparición del señorío de Villena.
IGLESIA DEL MARQUESADO

La Orden de Santiago fue una orden religiosa y militar creada en el siglo XII en el Reino de León. Entre 1157 y 1230, la dinastía real se dividió en dos ramas opuestas, por lo que la rivalidad tiende a oscurecer los inicios de la Orden. Dos ciudades lucharon por obtener el honor de ser la sede de la Orden, León, en el reino de ese nombre, y Uclés en el antiguo reino de Castilla, siendo esta última ciudad la que ostentó la sede principal de la Orden de Santiago, por donación de Alfonso VIII. El Rey, descontento de la actuación de los caballeros de San Juan, que administraban desde 1163 el castillo de Uclés, entregó dicho castillo a los de Santiago, para que defendiesen la comarca de los ataques musulmanes.

El acto tuvo lugar, con toda solemnidad, en Arévalo, el 9 de enero de 1174. En presencia de los magnates del reino, prelados y nobles, Alfonso VIII, en unión con su esposa Leonor de Inglaterra, entregaba el castillo y la villa de Uclés, con todas sus tierras, viñas, prados, pastizales, arroyos, molinos, pesquerías, portazgos, entradas y salidas, a don Pedro Fernández, maestre de Santiago.
IGLESIA DE LA ORDEN
La fortaleza de Uclés, estaba bajo el poder cristiano, mientras la de Alarcón, se encontraba bajo poder musulmán, lo que nos conduce a pensar sin temor a equivocarnos, que las pequeñas aldeas y lugares situados entre estos puntos fuertes queden a merced de los caprichos de la guerra, pasando de unas manos a otras, hasta que las tropas de los reinos cristianos peninsulares derrotan a las musulmanas en la batalla de Las Navas de Tolosa (Jaén) el año 1212, quedando sumamente debilitado el poderío musulmán en un amplio territorio.

Una vez liberada de los musulmanes toda la zona manchega, se inicia la repoblación de aquellos lugares que han quedado prácticamente despoblados.

TEMPLO FALICO PRERROMANICO

En la repoblación de la Mancha tiene gran influencia el Infante Don Juan Manuel, nacido el año 1282, hijo del Infante Don Manuel hermano del rey Alfonso X El Sabio. Recibe Don Juan, por herencia de su padre, el Señorío de Villena y con él la tarea de su repoblación.

La influencia de las Ordenes Militares en el siglo XII y sucesivos, llevan a la extraña, paradójica y curiosa partición del pueblo de Los Hinojosos en dos.
MOLINO TIPICO MANCHEGO

La división de el Hinojoso, acaeció en el año 1.232, cuando el obispo de Cuenca, don Gonzalo, por mandato del rey de Castilla, Fernando III, procedió a cerrar la frontera entre los concejos de Uclés y Alarcón, desde la Sierra de Almenara hasta las Mesas Rubias. Don Gonzalo tomó como linea divisoria desde la Sierra de Almenara el camino que unía las poblaciones de Hontanaya hasta Las Mesas Rubias. Como este camino atravesaba el Hinojoso, esta población quedó divida en dos. A lo largo de la linea fronteriza, puso cuatro mojones principales, situados: el 1º en la peña del final de la sierra de Almenara o Jabalmeña, el 2º se colocó en la confluencia del camino de Guzquez con el camino fronterizo, el 3º en el pozo existente en el centro del pueblo de Hinojoso y el 4º en el pozo de la Puebla del Aljibe. El Señor Obispo dispuso que al recorrer la linea divisoria de norte a Sur lo que quedase a la derecha pertenecería al Priorato de Uclés y lo de la izquierda al Concejo de Alarcón. La línea fronteriza coincidía exactamente por el centro del pozo señalizándose con una piedra alargada, dirección norte sur, que dividia la boca del pozo en dos, para su utilización por el lado derecho por los habitantes de Hinojoso de la Orden y por la parte izquierda por los habitantes del Hinojoso del Marquesado, de igual manera que quedó dividido El Hinojoso en dos poblaciones. Todo lo que queda a la izquierda de la divisoria caminando hacia el sur, pertenecería al Concejo de Alarcón de ahí el nombre de Hinojoso del Marquesado (Señorío de Villena) y todo lo de la derecha al Priorato de Uclés perteneciente a la Orden de Santiago, llamándose Hinojoso de la Orden.

Hinojoso del Marquesado siguió perteneciendo al Concejo de Alarcón.
FALO DE PIEDRA
Sufre los avatares que estuvieron ligados al concejo de Alarcón y señorío de Villena. Sancho IV, sobrino de Don Manuel amplía el territorio, pero es con su hijo Don Juan Manuel con quien desde 1298 el señorío de Villena adquiere gran poder gracias a su apoyo al rey. En estos momentos el marquesado tiene cuatro núcleos importantes: Alarcón, Chinchilla, Villena y Garcimuñoz, desde los cuales lanzará ofensivas a la corona.

Alfonso XI consigue romper las alianzas con Aragón y ataca el señorío desde Cuenca y Murcia. Don Juan Manuel (se reconcilia con el rey pero poco después vuelve a pactar con Aragón, donde finalmente tiene que exiliarse tras una nueva derrota del rey. En 1348 muere Don Juan Manuel y le sucede su hijo Don Fernando que también fallece a los pocos años y lo mismo ocurrirá con su hija Doña Blanca, que hereda el señorío siendo una niña bajo la tutela del caballero Don Iñigo López de Orozco. Doña Blanca, que era la esposa de Enrique de Trastámara, no llega a gobernar directamente y además muere muy pronto, en 1360, desapareciendo con ella los herederos del señorío y éste pasa a ser nuevamente propiedad de la Corona. En 1386 tuvo lugar la constitución de la Hermandad del marquesado de Villena. Alfonso de Aragón sería el primer Marqués de Villena, una vez designado ese rango de señorío.

CASTILLO VIEJO
El Marquesado de Villena, llegó a pertenecer al Rey Juan I de Navarra, quien comprometió en matrimonio a su hija Blanca con Enrique IV de Castilla, incluyendo en la dote matrimonial el Marquesado de Villena.
LA TORRECILLA RESIDENCIA DE LOS VILLENA

La parte santiaguista o Hinojosos de la Orden, desde el 4 de marzo de 1353 formó parte del Común de la Mancha junto con Villamayor, la Puebla de Don Fadrique, Quintanar, Villanueva de Alcardete, Miguel Esteban, Campo de Criptana, Pedro Muñoz, Mota del Cuervo, Santa María de los Llanos, Socuéllamos y Tomelloso, y las tierras hasta Guadiana, gracias al infante D. Fadrique que como Maestre de La Orden de Santiago, otorga el Privilegio del Común de la Mancha, garantizando en dicho documento a una serie de prebendas y exenciones a todas las poblaciones arriba mencionadas, todas ellas situadas entre los ríos Cigüela y Guadiana.

Desde el siglo XIV el Hinojoso de la Orden perteneció a la provincia llamada de la Mancha y no a la de Cuenca. No es hasta las reformas liberales de 1833, reinando de Isabel II esta tenía 3 años de edad, por lo que ostentaba la Regencia María Cristina, su madre, cuando pasa a formar parte de la provincia conquense.

A continuación transcribo literalmente la referencia a nuestro pueblo o pueblos según el:

Diccionario Geográfico-Estadístico de España y Portugal, en su tomo IV, editado en el año 1.826 y escrito por el Doctor Don Sebastián de Miñano, individuo de la Real Academia de la Historia, y de la Sociedad de Geografía de París editado en el año 1.826 con el real permiso en Madrid: Imprenta de Pieperat-Peralta, plazuela del cordón n, 1., ( transcripción de su portada).

CASA TIPICA MANCHEGA

Página 464

HINOJOSO DEL ORDEN, V. Ord. de España, provincia de la Mancha, partido de Villanueva de los Infantes, priorato de Uclés, A. O., 400 vecinos, 1.758 habitantes, 1 parroquia, 1 pósito. Sit. en una llanura y una sola calle la separa del pueblo de Hinojosos del Marquesado, siendo un pozo divisorio. Produce granos, aceite, vino, azafrán y anís. Dist. 18 leguas de la capital, 17 de la cabeza de part., 20 de Madrid, 5 de Alcazar de San Juan, 52 de Granada. Contr. 9003 rs. 4 mrs.

HINOJOSOS DEL MARQUESADO, L. S. de España, provincia y obispado de Cuenca, partido de San Clemente. A. P. 272 vecinos, 1.347 habitantes, 1 parroquia, 1 pósito. Esta población está separada de Hinojosos de la Orden por una sola calle y un pozo que hay entre las dos: ambas en terreno llano que produce granos, vino y aceite. Dist. 6 leguas de la cabeza de part., en cuyo intermedio se hallan Monreal y Belmonte. Contribuye 6,321 reales 11 maravedis. Derechos enagenados (sic) 1.792 rs. 17 mrs.

En la actualidad es un solo pueblo, con un solo ayuntamiento, resultado de la unión de los dos pueblos separados caprichosamente por los señores feudales.

BIBLIOGRAFIA:

FRAILE IZQUIERDO, Cesáreo. "Mis Recuerdos" Ed.H.de H. 1941.

RUBIO MOYA, José María. "Crónicas de un pueblo". Los Hinojosos, 2002.

>>>>>>>COMUNIDAD DE CASTILLA LA MANCHA<<<<<<


EL OTOÑO DE LA VIDA

Alabanza a la Madurez.
Un exhorto para disfrutar de los mejores años de nuestra existencia (No apto para menores de 50 años)
¡Adiós a la Juventud! Indudablemente la juventud es una edad dorada y recordada siempre con nostalgia. Es una breve época inolvidable, romántica, vibrante, emotiva y feliz. Es una dichosa etapa creadora y vigorosa en la cual todo es fresco y novedoso, como una vaporosa nube en el firmamento con destellos de color de rosa. Pero hay que reconocer que esa misma juventud tan alabada, tan cantada y suspirada, es también una época llena de luchas, de preocupaciones, de negros nubarrones, muchas veces de privaciones y nunca exenta de incertidumbres, celos, zozobras, competencias, temores, rivalidades y ansiedades. Es como una regata en la cual hay que estar compitiendo constantemente para lograr un ansiado trofeo.
Afortunadamente tanto en la naturaleza como en los seres humanos, “despues de la tempestad viene la calma.” Y quizá lo mejor de la juventud... es que ya pasó.
Es como una hoja que lleva suavemente la corriente Lo cierto es que sin saber cuándo, ni poder definir con exactitud una edad determinada (para unos antes y para otros después), en cierto punto impreciso de la vida llega ese lapso en que todo aminora su marcha y se detiene, posándose suavemente, sin prisas, dentro de nosotros mismos.
En este punto el torrente que brotaba y corría impetuoso, quizá un poco revuelto, se aclara hasta hacerse transparente. Y si volvemos la vista al horizonte veremos que el aire se torna tan puro y diáfano que es posible ver claramente y sin obstrucciones hasta donde la vista alcanza, más allá aun de las montañas que antes nos cubrían el panorama.
El cauce se transforma en una corriente de paz que se mueve lentamente, casi sin sentirlo, hacia esa infinita grandeza, profunda e incomensurable, que es el final de todos los viajes y adonde van a parar todos los ríos: el mar.
Esta etapa, queridos amigos, es la MADUREZ ¡Pues que sea bienvenida!.
Y no debería sorprendernos demasiado hablar claramente de ella y referirnos a sus características en términos precisos, ya que es simplemente un episodio más de la vida, una fase de la común aventura que juntos iniciamos y hemos compartido en este navío. Una etapa del desfile en el cual todos marchamos.
La madurez no es exactamente el mediodía de la vida, ni la tarde, ni la noche. Más bien yo diría que es ese impreciso momento que llega sigiloso con las primeras horas del día, abarcando esos instantes brumosos y volátiles que se disuelven poco a poco al ser tocados por los emergentes rayos del sol: LA MADRUGADA
Hay que verla como un escalón más, o quizá como el descanso más amplio de la escalinata, y el que más satisfacciones proporciona. Para muchos es la época más fecunda, más plena y más productiva del ser humano, y ciertamente la más sólida y profunda.
Díganme si no: en la madurez no existe la nerviosa inquietud de la primavera, el calor agobiante del verano ni el frío cruel del invierno. La madurez es como esa estación color ocre pálido, tibia, serena y perfecta: el otoño. Para la mayoría de las personas de este tranquilo período de transición, de este suave equinoccio de la vida, es la época en la cual el barco ha dejado de navegar en el abierto y proceloso océano y entra en la seguridad placentera de una grande y tranquila bahía.
Los problemas económicos, en casi todos los casos, están razonablemente resueltos, y como nuestras necesidades son menores, nos alcanza mejor con lo que tenemos. Ahora lo principal es tener la paz que proporciona una actitud serena, tranquila y contemplativa.
Y algo extraordinario: Ahora no nos inquietan las modas ni los cambios que experimentan las nuevas generaciones, ni nos mortifican ni afectan las nuevas corrientes o costumbres, pues nosotros no estamos obligados a cambiar ni a iniciar nuevas modalidades. Nuestra edad es ya suficiente justificación para mantenernos al margen, aunque sin desentendernos de lo básico y lo esencial. Nosotros, mal que bien, por lo menos llegamos a la recta final. Y éso está como para celebrarlo. ¡Ya la hicimos!
Al llegar la madurez cesan las dudas y las incertidumbres. Ya no es necesario hacer tareas ni desvelarse estudiando, correr tras el autobús por las mañanas, presentar agobiantes exámenes, pasear a la novia o preocuparse por conseguir empleo. Definitivamente lo que íbamos a ser, ya lo somos. Y lo que no íbamos a ser, ya no lo fuimos… ni lo seremos. No a estas alturas. De éso no hay duda. ¿Entonces para qué preocuparnos?
Es satisfactorio tener la certeza de que ha sido interesante la aventura y excitante el viaje; que ha valido la pena haber vivido todos estos años, haber conocido los lugares y la gente que conocimos, haber hecho lo que hicimos (o lo que no hicimos), y haber disfrutado de lo que la vida nos brindó. Y si en su tiempo no pudimos aprovecharlo o no supimos apreciarlo, y desperdiciamos la oportunidad, éso ya es cosa de cada quién.
Ahora desde aquí, en el sosegado otoño de nuestra existencia, sonreímos con complacencia y contemplamos las cosas a nuestro alrededor con gran satisfacción, quizá ya no con tanta curiosidad, pero sí con mucha más objetividad y serenidad.
Ahora bien, no se crea que en esta edad ya no existen proyectos, ambiciones, sueños ni afanes de superación. Claro que existen, y hay personas quizá más activas, dinámicas y productivas en esa edad que a los treinta años. Pero esas actividades no son compulsivas ni primordiales, ni constituyen conquistas o carreras de obstáculos. ¡Ahora marchamos al ritmo de nuestro propio tambor! Nadie nos está tomando el tiempo ni obligando a apresurarnos para llegar a la meta, pues para nosotros las metas principales hace tiempo las logramos, y hasta las rebasamos.
Para los que “cruzamos la frontera” y estamos al otro lado, colocados sobre esta amplia, tranquila y bien ventilada terraza, ya no hay carreras, nerviosismos, competencias, prisas, luchas ni duelos a muerte. Nuestro sitio está en el palco, no en el ruedo. O por lo menos, detrás de la barrera. La edad de los impulsos arrebatados, pues, ya ha terminado. Atrás quedaron angustias, zozobras, indecisiones y dudas. ¡Y qué bueno! Si esta es la madurez... pues bienvenida madurez.
HOY es aquel futuro del cual estábamos tan temerosos AYER. Y ya ven, todo salió bien. Después de todo... ¡aquí estamos!
Ahora, hay que aceptarlo, nos volvemos más exigentes en nuestros gustos, pues reclamamos libros mejor escritos, música más selecta, artistas y directores más talentosos, platillos mejor preparados, licores más finos, calzado más cómodo, conversaciones más trascendentes, colores menos chillones, espectáculos mejor montados y postres menos empalagosos. Pero también es cierto que nuestra mente está más abierta al diálogo y al análisis imparcial. Y al ver las cosas con un criterio más amplio y definido, descubrimos que hay menos cosas que nos asustan o nos escandalizan, y simplemente nos hacen sonreír con serena complacencia.
Algo importante también es comprobar que en esta edad ciertas convicciones se afianzan con firmeza y se definen con más claridad. Así vemos como la naturalidad se hace más importante que la apariencia; la sinceridad más valiosa que la superficialidad; la crítica sana más deseable que el halago procaz; la formalidad más encomiable que la frivolidad. Y se reconocen como mejores, indiscutiblemente, la comodidad que la elegancia, la cordialidad que la etiqueta rigurosa, y la sencillez que la ostentación.
Hay que mantenernos activos, con la mente alerta y el espíritu inquisitivo. No nos entreguemos a la molicie. Hay que estar al día y enterados de los avances de la ciencia, las artes, la técnica y la computación. ¡No hay que quedarnos rezagados!
La conclusión entonces es que, como en la madurez ya no hacemos planes a largo plazo (ni debemos), es necesario que se empiecen a ver YA los resultados de todo aquello para lo que antes trabajamos, planeamos, ahorramos y nos preparamos a lo largo de la vida. Ya no hay que seguir posponiendo más las cosas, ni hacer planes inalcanzables “para el futuro,” pues para nosotros, óiganlo bien... El futuro ya está aquí
¡El tiempo apremia! De manera que ya no esperen más. Mientras gocen de relativa buena salud y puedan moverse fácilmente todavía; mientras puedan comer y beber de todo y disfrutar de los atractivos de la vida, aprevéchenlos. Abran ya sus botellas de coñac francés y usen sus vajillas de Bavaria y sus cubiertos de plata, pues ¿para cuándo los están guardando? Podría meterse un ladrón y vaciarles la casa, ¿y de qué les sirvió haber guardado todo por tanto tiempo? Que no tengamos que decir después “Qué temprano se nos hizo tarde”.
Tampoco esperemos ya ningún mañana brillante y glorioso, singular y perfecto. Si iban a comprarse “algún día” una lancha, una moto, un camper, una cámara digital, un ordenador, y pueden hacerlo (y les gusta), ¡pues cómprenselo ya! Este es el momento preciso, no pierdan tiempo.
Y si estuvieron haciendo planes toda la vida para realizar algún viaje a Europa, a las Cataratas del Iguazú, a Hawaii, a Alaska, a China o a la Patagonia, pues antes de que otra cosa suceda, como una devaluación, una operación repentina o un infarto... ¡VÁYANSE YA! ¿Qué esperan?
Finalmente, y como lo dije antes, reafirmo la misma observación: tal vez en la madurez ya no tengamos la misma curiosidad, la misma inventiva, la fogosidad, el entusiasmo, el arrebato ni la tenacidad de antes, pero en cambio adquirimos otras cualidades igualmente valiosas: razonamos mejor, nos tornamos más conocedores y en cierta forma somos más astutos y exigentes. También nos volvemos más serenos, cavilosos y prudentes, y aun indiferentes y “olvidadizos” cuando es necesario (o nos conviene). Pero sobre todo estamos más seguros (tan seguros como nunca) de lo que queremos.
Y algo muy importante: obtenemos muchas más satisfacciones —sorprende el descubrirlo—proveniente de la dicha que irradian los seres queridos que nos rodean, y con la cual nos inundan quizá sin siquiera saberlo o darse cuenta. O sea que somos más felices cuanto más podemos percibir el cariño de los nuestros y compartirlo con los demás.
Es como deslizarnos suavemente sobre la superficie de un plácido lago sea como sea, en términos generales, la sensación de paz que esta edad trae aparejada consigo es maravillosa y no tiene comparación con nada. Y se descubre cuando ya nos está inundando por todos lados, cuando estamos inmersos en ella casi sin darnos cuenta.
En lo personal, y por lo que a mi respecta, ciertamente descubrir que la llegada de la madurez me ha fascinado y me llena de gozo. Estoy gratamente impresionado. ¡Nunca imaginé que fuera así!.
Con inusitado asombro descubro día a día nuevas sorpresas y satisfacciones que nunca soñé que existieran.
Al sentirnos en paz con los demás y con nosotros mismos, recordamos la sabia reflexión de Amado Nervo, quien lo resumió así: “Vida: nada me debes. Vida: nada te debo. Vida: estamos en paz.”

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